2007-08-24

012

12. La primera, en este orden, sería la ofrecida en el prólogo de Juan (01: 01.18), cuya densidad me exige transcribirlo todo:

°Al principio ya había Palabra: La Palabra estaba enfrente de Dios, y la Palabra misma también era Dios.

Desde el principio, la Palabra ya estaba enfrente de Dios: Todas las cosas fueron hechas por medio de esa Palabra; y nada de lo que existe ha sido hecho al margen de ella.

En la Palabra había vida, y esa vida era la luz para la raza humana. Esa luz está brillando en la obscuridad; y la obscuridad no la sofoca.

° Hubo un hombre que fue enviado por Dios: Se llamaba Juan, y anduvo como testigo: Su misión fue la de dar testimonio acerca de la Luz, para que, por él, todos fueran teniendo confianza.

Juan no era la Luz; sino quien había de dar testimonio de la Luz.

Estaba, además, la Luz: La verdadera Luz, la que ilumina a todos. Y ya estaba viniendo a este mundo.

Ya estaba en el mundo, puesto que el mundo fue hecho por medio de ella; pero el mundo no la reconocía: Había venido a lo que era suyo; pero los suyos no la habían aceptado.

A todos los que la recibieron, a los que ponen su confianza en la persona de esa luz, ella les ha dado la capacidad de convertirse en hijos de Dios.

Estos hijos de Dios no nacen de la sangre, ni nacen del querer de la fragilidad humana, ni tampoco de la voluntad de un varón; sino que nacen del mismo Dios.

° Y la Palabra se llegó a ser un frágil ser humano, y puso su enramada en medio de nosotros. Y pudimos contemplar su resplandor: el propio del Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad.

Juan da testimonio acerca de él, y dice en voz alta:

Este es aquél de quien yo dije:

'Este que viene después de mí, me saca ventaja desde que existe; puesto que él ya era, antes que yo.'

° Porque todos nosotros hemos recibido favor tras favor, como algo que nos llega de la abundancia aquella de la que él está lleno.

Pues la ley se dio por medio de Moisés; pero el favor y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesús, el Cristo.

A Dios nadie lo ha visto nunca; pero su Hijo único, el que se la pasa abrazándolo de frente, fue quien nos platicó de él.

De este prólogo juanino pueden entresacarse por lo menos estas afirmaciones acerca de quién es (o quién era) Jesús; y, al hacerlo, substituyo 'palabra' por el 'logos' transliterado del griego original [logoV] , de posibilidades múltiples de traducción ('palabra', 'verbo', 'dicho', 'razón', 'comprensión mental', 'expresión interior consciencial', etcétera), el elegir alguna de las cuales supondría un conocimiento amplio del muy probable substrato gnóstico de la expresión, o un condicionamiento a alguna escuela teológica exitosa).

Así pues, según el prólogo juanino, Jesús es:

El Logos, que ya era al principio, y estaba enfrente de Dios, y también era Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de ese Logos.

Estaba, además, la Luz: La verdadera Luz, que estaba viniendo ya a este mundo. Ya estaba en el mundo, puesto que el mundo fue hecho por medio de ella.

En el Logos había vida, y esa vida era la luz para la raza humana.

El Logos se llegó a ser un frágil ser humano, y puso su enramada en medio de nosotros. Y pudimos contemplar su resplandor: el propio del Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad.

Nosotros hemos recibido favor tras favor, como algo que nos llega de la abundancia aquella de la que él está lleno. Pues el favor y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesús, el Cristo.

A Dios nadie lo ha visto nunca; pero su Hijo único, el que se la pasa abrazándolo de frente, fue quien nos platicó de él.

Abreviando aún más, podemos decir, con Juan, que Jesús es el Logos, que es Dios, por medio del cual es hecho todo lo demás.

Muy probablemente es también Luz y es Vida (aunque no tanto se dice que él lo sea, sino que en él ellas se dan, se le aplican sin embargo iguales predicados [todas las cosas fueron hechas por medio del Logos = el mundo fue hecho por medio de la Luz]; aunque, en un lenguaje posterior, podría tal vez interpretarse más bien que la Luz y la Vida son el 'Espíritu Santo'. En todo caso, en el Logos había vida, y esa vida era la luz para la raza humana.

Es, además, un frágil ser humano, que puso su enramada en medio de nosotros; pero que, sin embargo, 'resplandece', puesto que pudimos contemplar su resplandor.

Y es también el Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad (Verdad que pudiera ser sinónimo de Luz y Vida, igual que de 'Favor', por los paralelismos fraseológicos del texto original).

Por último, nosotros hemos recibido favor tras favor, como algo que nos llega de la abundancia aquella de la que él está lleno. Pues el favor y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesús, el Cristo. Y a Dios nadie lo ha visto nunca; pero su Hijo único, el que se la pasa abrazándolo de frente, fue quien nos platicó de él.

A la pregunta, pues, sobre Jesús, nos responde el prólogo de Juan con una serie de sustantivos que, si bien en diversa forma, pueden predicarse de él:

El Logos, Dios, medio o instrumento hacedor de todo, Luz, Vida (o, al menos, depósito o lugar de ellas), un frágil ser humano cuyo resplandor pudimos contemplar, el Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad, medio o instrumento plenario del favor y la verdad, el Cristo que platicó de Dios.

Lo cual, repetido más brevemente, nos dice que Jesús es Dios, unigénito del Padre; Luz, Vida, Verdad y Favor (y su depositario, a la vez), mediador de toda hechura, favor y verdad; frágil ser humano, el Cristo (= Mesías), que platicó de Dios... Con lo cual tendríamos suficiente para discurrir toda la vida. Pero puede ser conveniente seguir oteando en el relato evangélico de Juan, y especialmente en los discursos que en él se ponen en labios de Jesús.

Por no alargar esto mucho más de lo previsto, no transcribiré ahora frases de ellos que enuncian o apenas sí matizan lo mismo que el prólogo presenta; y, aun de las restantes, sólo algunas, que puedan parecerme de mayor significancia:

Un primer conjunto de ellas se ubican a la orilla del Jordán, puestas en boca del Bautista, de Jesús mismo o de sus primeros seguidores:

Juan lo presenta así (01: 29-34): ¡Mírenlo!: ¡El Borrego de Dios, que suprime el pecado de este mundo..! (...) El mismo que me mando a bañar con agua a la gente, fue quien me dijo: Cuando tú veas que el Espíritu baja y se queda sobre de uno, ése es el que baña con espíritu santo a la gente'. Eso fue lo yo que vi, y por eso yo atestiguo que éste es el Hijo de Dios.

Allí mismo, al otro día, dos de los aprendices de Juan empezaron a seguir a Jesús, y le preguntaron (01: 38): ¿Dónde te estás quedando, Rabino? (que quiere decir 'maestro'). El los invitó a mirar, y se quedaron con él toda la tarde.

Muy pronto, uno de ellos, Andrés, informó a Simón, su Hermano (01:41): ¡Ya encontramos al Cristo! (que quiere decir 'el Libertador': el escogido y consagrado por Dios, al que todos estábamos esperando). Y así fue como Andrés arrimó con Jesús a su hermano.

Al día siguiente, Jesús decidió irse para Galilea, e invitó allí a Felipe a acompañarlo; quien habla a Natanael de él (01: 45): ¡Ya encontramos al mismo de quien Moisés escribió en La Ley, y de quien también escribieron Los Profetas!: Es Jesús, el de Nazaret; el hijo de José.

Cuando, después de dudarlo un poco, Natanael busca a Jesús, acaba por decirle (01:49): ¡Rabino!: ¡Tú eres el hijo de Dios! ¡Eres un rey de Israel! A lo que Jesús añadió luego (01: 51): Van a ver que el cielo está abierto, y van a mirar a los mandaderos de Dios, que suben y bajan sobre este ser humano (palabras estas tres últimas con las que sin duda se refirió a sí mismo).

Al acercarse la fiesta de la Pascua, Jesús subió a Jerusalén, y fue al templo, y fustigó a los comerciantes que lo profanaban, diciendo a algunos de ellos, a los palomeros (02: 16): ¡No conviertan la casa de mi Padre en un mercado!

En entrevista nocturna con Nicodemo (que era del grupo de los separados, y gente importante de entre los judíos), Jesús le habla del Viento, y le afirma (03: 11): Nosotros decimos lo que sabemos y atestiguamos lo que hemos visto. (...) Y continúa (03: 13): Nadie ha subido al cielo, sino el mismo que bajó del cielo: este ser humano, que está en el cielo.

A lo que el comentarista añade amplio paréntesis (03: 16-21), en que afirma que a tal grado amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo; para que no perezca nadie de los que confíen en él; (...) porque Dios mandó al Hijo que viniera al mundo, no para condenar al mundo; sino para librar al mundo por medio de él. (...), y quien desconfía de él, ya con eso está condenado..: ¡Por no confiar en la persona del Hijo único de Dios!

Entre tanto, Juan también seguía con sus bañadas, y ante él acusaron a Jesús de hacer lo mismo. Juan lo defendió, arguyendo (03: 27,29,34-35): Nadie puede agarrar nada, sino lo que desde el cielo se le da. (...) El que está abrazado con la novia, ése es el novio. Y el amigo del novio, el que está al pendiente y escuchando, se llena de alegría al oír lo que el novio está diciendo. ¡Y ésta alegría mía es la que ya se me completó a mí! (...) El que fue enviado por Dios, habla con palabras de Dios; porque él no regatea al estar dando el Espíritu. El Padre ama al Hijo, y todo se lo ha puesto en la mano.

De camino de Judea a Galilea, Jesús pasa por Samaria. Allí dialoga con una mujer a la que dice (04: 14): El que beba del agua que yo le voy a dar, para siempre no va a volver a tener sed; sino que el Agua que le voy a dar, dentro de él se va a convertir en un manantial de un agua que borbotea dando auténtica vida.

Y al comentario de ella acerca de su esperanza en la llegada de "el Mesías, al que le dicen 'el Cristo'", Jesús se le presenta (04: 26): ¡Ese soy yo, el mismo que te ha estado hablando!

Algún tiempo después, Jesús subió a Jerusalén, a una fiesta. Y allí curó a un baldado que llevaba ya treinta y ocho años de enfermo, y le dijo que cargara su tendido, en día de descanso sagrado. Y comenta quien escribe (05: 17): Y, por esto, todavía más lo buscaban los judíos, para matarlo: Porque no solamente se tomaba libertades en descanso sagrado; sino que, además, a Dios le decía 'su Papá', y, con eso, él mismo se igualaba con Dios. Y todavía ellos añadieron (07: 20 [sic]): ¡Lo que pasa es que tú estás enchamucado!

Y sigue el comentario, que Juan pone en boca de Jesús (05: 19-23): El Hijo no puede hacer nada por iniciativa propia, si no ve antes lo que hace el Padre. Y eso que el Padre hace, el Hijo lo hace igual que él. (...) Pues así como el Padre pone en pie a los muertos y los hace vivir, así también el Hijo les da vida a quienes quiere dársela. Y así mismo (05: 24-25): Así como el Padre está lleno de vida, así le dio también al Hijo que esté lleno de vida; y le dio la autoridad para que juzgue y dé sentencia, porque el Hijo es ser humano.

Y, concluye, en boca de Jesús (05: 39): Pónganse a estudiar la Biblia y pónganse a buscar en ella; puesto que a ustedes les parece que en ella tienen auténtica vida..! ¡Esa misma Biblia es mi testigo, y ella da testimonio acerca de mí! Y (05: 46): Si ustedes le tuvieran confianza a Moisés, también me tendrían confianza a mí; puesto que Moisés escribió acerca de mí.

Al otro lado del Mar de Galilea, lo fue siguiendo mucha gente, él les dio de comer con cinco panes y dos peces, tras lo cual la gente comentaba (06: 14): ¡De veras que éste es el profeta que el mundo estaba esperando!

Evocaron ellos el maná, como señal del cielo, y él replicó (06: 32-33): No fue Moisés quien les dio a ustedes el pan llegado del cielo; sino que es mi Papá quien les está dando el pan verdadero que les llega del cielo. Porque el pan de Dios, es quien está bajando del cielo y está dando vida al mundo. Y a petición por pan de ellos, les añadió (06: 48): ¡Yo soy el pan que da la vida!

Los judíos lo conocían perfectamente, y cuchicheaban (06: 42): ¡Este es Jesús, el hijo de José! Y nosotros conocemos a su papá y a su mamá... ¿Cómo es que ahora anda diciendo: 'Yo bajé del cielo'? Lo que da ocasión a otro paréntesis del evangelista (06: 46): (Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre; a no ser el que tiene su ser a partir del Padre: ¡Ese sí que ha visto al Padre!)

Jesús retoma el tema alimenticio (06: 51): ¡Yo soy el pan lleno de vida, que está bajando desde el cielo! Y concluye (06: 56-58): Si uno come mi cuerpo y bebe mi sangre, él se queda dentro de mí, y yo me quedo dentro de él. A mí me envió el Padre, que está lleno de vida, y yo estoy lleno de vida, alimentado por el Padre. Así también, todo el que me coma, al ser alimentado por mí, va a estar lleno de vida. ¡Este pan es el que bajó del cielo!: No como el que comieron los antepasados, que murieron: El que coma este pan, estará vivo para siempre...

El episodio termina con la retirada de muchos y la pregunta de Jesús a su Docena, a la que Pedro responde, como ya lo vimos antes (Cfr 06: 68-69).

A la siguiente fiesta de las enramadas, Jesús, subido a Jerusalén medio de incógnito, andaba durante la feria en las habladas de la gente (07: 12): Unos decían: "¡Es una buena persona!" Pero otros decían: "¡No!: es alguien que desorienta a la gente". Otras habladas eran (07: 25-27): "¡Qué!, ¿no es éste al que tratan de matar? El hecho es que habla abiertamente, y no le dicen nada... ¿Será que ya los principales se habrán dado cuenta de que de veras él es el Cristo, el Elegido? Pero, de éste, sabemos de dónde viene; y, cuando el Cristo venga, nadie va a saber de dónde viene."

Y el último día de nuevo se suscitó la discusión (07: 40-42): Del gentío, algunos decían "¡De veras que éste es el Profeta!", y otros: "¡Este es el Cristo!"; pero otros contestaban: "¿Cómo el Cristo va a venir de Galilea? ¿No dice la Biblia que vendrá 'de la fértil semilla de David, y del pequeño rancho de Belén, la tierra de David'?" Y la discusión se dio hasta entre las autoridades del más alto nivel.

En esos días, Jesús también les dijo, en el templo, donde las alcancías (08: 12): ¡Yo soy la luz del mundo! El que camine siguiéndome a mí, es seguro que no va a andar en medio de oscuridades; sino que va a tener la luz que da la vida.

Y, a propósito de sus declaraciones, expresó (08: 14): Aunque sea yo quien declara acerca de mí mismo, mi declaración sí tiene valor; porque yo sé de dónde vengo y a dónde voy. Y (08: 16): Si yo me pongo a juzgar, mi juicio sí tiene valor. Porque no soy yo solo quien está juzgando, sino que somos yo, y el Padre, que me envió. Y en seguida completó (08: 19): Ustedes no saben quién soy yo, ni tampoco saben quién es mi Papá: Si supieran quién soy yo, sabrían también quién es mi Papá.

Y luego precisó más todavía (08: 23): La realidad de ustedes viene de lo de abajo; La mía, de lo de arriba. La de ustedes viene de este mundo; la mía, no. Para continuar (08: 24): Si ustedes no tienen la confianza de que yo soy, van a morir con sus pecados. Y concluir, a pregunta expresa que le hicieron (08:25): —¿Quién eres tú?— Para empezar, alguien que les está hablando...

Nada le entendieron, y añadió (08: 28-29): Cuando ustedes alcen a este ser humano, entonces se van a dar cuenta de que yo soy, y de que no hago nada por mi cuenta; sino que, si les hablo algo, es conforme a lo que el Padre me enseñó. Y el que me envió, está conmigo y me acompaña: El nunca me deja solo, porque yo siempre hago lo que le gusta a él.

Cuando, por defenderse, ellos le dijeron (08: 41): ¡El único padre que tenemos, es Dios!, él les contestó (08: 42): Si Dios fuera su padre, ustedes me tendrían amor a mí... Porque yo salí de Dios, y vine de parte de él. Y todavía añadió, retándolos (08: 42): ¿Quién de ustedes puede echarme en cara algún pecado? Y a la respuesta de ellos (08: 48): ¡Bien decimos que tú no eres fiel a nuestra religión, y que tienes un chamuco dentro!, les contestó (08: 49): ¡No tengo dentro ningún chamuco..! A mi Papá, yo lo honro y lo respeto.

Insistieron, ofendiéndolo (08: 53): ¿Quién te crees que eres?, y todavía les contestó (08: 54): Si yo mismo me hago propaganda, mi prestigio no sirve para nada. Pero quien me llena de gloria es mi Papá, el que ustedes dicen que es su Dios. Sólo que ustedes no lo conocen, y yo sí lo conozco. Y, por último, añadió, todavía en el templo (08: 58): ¡Yo soy, desde antes de que Abraham viniera a la existencia!

Se topó después con un ciego de nacimiento, y declaró (09: 05): El tiempo que yo esté en el mundo, yo soy la luz del mundo. Lo envió a lavarse los ojos en la Alberca del Misionero (que quiere decir 'del Enviado'), y luego el ex-ciego profesó (09: 11): Ese que se llama 'Jesús', hizo lodo, y me lo untó en los ojos, y me dijo: 'Ve al Misionero, y lávate'. Entonces, yo fui y me lavé, y recobré la vista.

Algunos segregados concluyeron acerca de Jesús (09: 16): Este hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el descanso sagrado. Y, a su pregunta (¿Tú, qué dices acerca de él?), el ciego respondió (09: 17): ¡Que es un profeta! Y, como le siguieran arguyendo, contestó (09: 25,30-31,33): Yo no sé si sea pecador... Lo que yo sé es que yo era ciego, y que ahora estoy mirando. (...) ¡Pues eso mismo es lo sorprendente..!: ¡Que ustedes no sepan ni de dónde es, y que él haya abierto mis ojos! Sabemos que Dios no oye a los pecadores; sino que a quien él oye es al que le da culto y hace su voluntad... Si éste no fuera alguien que viene de parte de Dios, no podría haber hecho nada.

Jesús se encontró de nuevo al ex-ciego, y le preguntó (10: 35): ¿Tienes confianza en el Hijo de Dios?; y, al preguntar 'quién es' el ciego, Jesús le respondió (10: 35): ¡Es el mismo que miraste, y el que está hablando contigo!

Jesús les contó luego un relato popular, de un corral, su puerta, y los pastores y borregos; y terminó (10: 09,10): Yo soy la puerta de las borregos... Yo soy la puerta: Si un borrego entra por mí, quedará a salvo, y podrá entrar y salir, y hallar pastura. (...) ¡Yo vine para que tengan vida, y para que la tengan sin medida!

Y, al propósito, añadió (10: 14-15): Yo soy el auténtico pastor: Reconozco a los que son míos, y ellos me reconocen; como el Padre me reconoce a mí, y yo lo reconozco a él. Y entrego mi vida por los borregos.

Y completó (10: 17-18): Esta es la prueba de que mi Papá me ama: Que yo entrego mi vida, para otra vez recuperarla. Nadie me la quita; sino que yo la entrego de mi propia cuenta. Tengo poder para entregarla, y tengo poder para agarrarla de nuevo. Es el mandato que mi Papá me dio.

Con lo que de nuevo se suscitó la discusión (10: 19-21): Muchos de ellos, se pusieron a decir: ¡Tiene un chamuco, y está delirando..! ¿Para qué le hacen caso? Pero otros decían: ¡Estas palabras no son las de un enchamucado!: ¡Un chamuco no puede abrirles los ojos a los ciegos!

A la feria siguiente, la de la Renovación, en temporada de lluvias, los judíos le preguntaron, en el Portal de Salomón, en el templo (10: 24): ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo con toda franqueza. Y él les contestó (10: 25): ¡Ya les he dicho eso a ustedes; pero les falta la confianza!

Y añadió (10: 26-29): Y no tienen confianza, porque no son de mis borregos. Mis borregos le hacen caso a mi voz; yo los conozco, y ellos me siguen; les doy auténtica vida, y no se pierden para siempre; y nadie va a poder arrebatármelos de la mano. Mi Papá, que es el que me dio el rebaño, es más fuerte que cualquiera otro. Y a mi Papá, nadie puede arrebatarle algo de las manos. Para concluir, con la más plena claridad (10: 26-29): Yo y el Padre somos uno mismo.

Quisieron apedrearlo, y él les arguyó; a lo que le respondieron (10: 33): No te estamos apedreando por ningún trabajo de provecho; sino por estar blasfemando: ¡Porque tú, siendo un ser humano, te haces Dios a ti mismo! Y él se evadió en esta respuesta (10: 35): La Biblia les dijo 'Dioses' a los que les llegó la palabra de Dios; y la Biblia no puede fallar...

Pero insistió luego en su punto (10: 36-37): A mí, el Padre me separó y me hizo suyo, y me envió a misionar el mundo... ¿Cómo dicen ustedes que ando blasfemando, porque yo dije que soy hijo de Dios? Si yo no hago los trabajos de mi Papá, ustedes no me hagan confianza... Pero, aunque no me hagan confianza: Si yo hago esos trabajos, háganles confianza a ellos; para que sepan y comprendan que el Padre está dentro de mí y yo estoy dentro del Padre.

Habiéndose refugiado Jesús al otro lado del río, en La Datilera enfermó y murió un gran amigo suyo. Al consolar Jesús a una hermana del difunto, ella le expresó su esperanza (11: 24): Ya sé que se va a poner en pie, en la puesta en pie del último día. Pero Jesús le contestó (11: 25): ¡Yo soy la Puesta en Pie; y yo soy la Vida!

Y añadió luego (11: 25-26): El que ponga su confianza en mí, seguirá vivo, aunque se muera. Pues nadie que en vida ponga en mí su confianza, va a morir con una muerte que sea definitiva. ¿Tú tienes esta confianza?

Y ella contestó (11: 27): Sí, Señor: Yo tengo la firme confianza de que tú eres el Cristo, el hijo de Dios: ¡El que había de venir al mundo! Y se fue a avisarle a la otra hermana (11: 28): El Maestro está aquí, y te llama...

Días antes de Pascua, Jesús volvió Jerusalén. El gentío que había ido a la feria se enteró, y salió a recibirlo. Y gritaban (12: 13): ¡Bravo, bravo!, ¡viva, viva!: '¡Bendito es el que viene en nombre del Señor!' ¡Bendígalo el Reino de Israel! ¡Recíbalo, que ya llegó su Rey!

La víspera de la Pascua, estando a la cena, Jesús sabe que el Padre le dejó todo en sus manos, y que él salió de Dios y se va hacia Dios (13: 03). Lava los pies a sus aprendices, y luego les explica (13: 13-14): Ustedes me hablan a mí diciéndome 'Maestro', y 'Señor'. Y hacen bien; porque eso soy yo. Entonces, si yo, que soy el Señor y el Maestro, les lavé los pies a ustedes, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.

Salido Judas de la cena, Jesús se explayó, diciendo (13: 31-32): Ahora, este ser humano se ha llenado de gloria, y, dentro de él, también Dios se ha llenado de gloria. Y si Dios se llenó de gloria dentro de él, Dios, dentro de sí, lo va a llenar de gloria a él. Y lo va a llenar de gloria pronto. Y continuó hablando con ellos.

Les habló de su ida próxima, pero los animó (14: 01-02, 04): ¡Ustedes tienen confianza en Dios, y también en mí tienen confianza! ¡Hay muchos cuartos en la casa de mi Papá! Si no los hubiera, yo no les hubiera dicho a ustedes que me voy para prepararles un lugar. (...) Y ya conocen el camino para donde voy...

Después de esto, a pregunta de Tomás, uno de ellos, respondió (14: 06-07): ¡Yo soy el camino..! Y soy la verdad, y soy la vida. Nadie llega al Padre, si no es yendo a través de mí: Si ustedes me han reconocido a mí, también van a reconocer a mi Papá... ¡Y desde ahora ya lo reconocen, y ya lo tienen visto!

Y a Felipe (14: 08-10): ¡Felipe..!: ¿Llevo tanto tiempo con ustedes, y no me reconoces..?: ¿Cómo es que dices: '¡Señálanos al Padre!'? ¿No tienes la confianza de que yo estoy dentro del Padre, y el Padre está dentro de mí? Las cosas que yo les digo a ustedes, no las hablo de mi propia cuenta: El Padre, que está siempre dentro de mí, es el que hace su trabajo.

Añadió, más delante (14: 26): El Padre va a enviarles a ustedes al Animador: ¡Al Espíritu Santo! Y él les va a enseñar todo a ustedes, de mi parte y por mi cuenta, y les va a recordar todo lo que yo les dije.

Y poco después (14: 28): Ya oyeron que les dije: 'Me voy, y regreso a visitarlos'. Si ustedes me amaran, se pondrían alegres: Porque voy a ir a ver al Padre, y el Padre es más grande que yo.

Continuó hablando con ellos, probablemente de camino (15: 01,05,07-08): La verdadera vid, soy yo, y el trabajador que la cuida, es mi Papá. Quédense dentro de mí, y yo dentro de ustedes. Una guía, si no sigue en la vid, no puede producir nada de por sí; y así tampoco ustedes, si no siguen en mí. Si se quedan dentro de mí y lo que les dije se queda dentro de ustedes, van a pedir lo que quieran, y lo van a conseguir: Mi Papá se llena de gloria con que ustedes produzcan mucho y se conviertan en aprendices míos.

Y volvió a hablarles de su ida: (16: 07,12-13): ¡A ustedes les conviene que me vaya!: Si yo no me voy, el Animador no va a venir a visitarlos. En cambio, si me voy, yo lo voy a mandar a que los visite. Yo tengo todavía muchas cosas que decirles a ustedes; pero son cosas que por ahora ustedes no pueden soportar. Pero cuando él venga, el Espíritu de la Verdad, él va a guiarlos con la verdad total...

Y explicó aún más (16: 13-15): El no va a hablar por cuenta propia. Sino que va a decir lo que oiga, y les va a informar acerca de lo porvenir. El me va a llenar de gloria, porque va a agarrar de mis cosas, y les va a informar a ustedes. ¡Todas las cosas que tiene el Padre, son mías..!: Por eso les dije que va a agarrar 'de mis cosas', y que les va a informar de ellas.

Y así mismo (16: 26-28): Va a llegar el momento en que ya no les voy a hablar a base de ejemplos; sino que les voy a informar acerca del Padre hablándoles con toda franqueza y libertad. Ese día, ustedes van a pedir cosas de parte mía y por cuenta mía. Y yo no les digo que le voy a pedir al Padre a propósito de ustedes... ¡Pues el mismo Padre está encariñado con ustedes, porque ustedes me han entregado su cariño! ¡Y, además, ustedes han tenido, y tienen, la confianza de que yo salí de parte de Dios!: Salí del Padre, y llegué al mundo. ¡Esta vez, dejo al mundo, y agarro camino hacia el Padre!

A lo que ellos respondieron (16: 26-28): ¡Ahora sí que estás hablando con toda franqueza, y sin andar diciendo ejemplos! ¡Ahora nos damos cuenta de que lo sabes todo, y de que no hace falta que nadie te esté preguntando!: Con esto, ya tenemos la confianza de que tú saliste desde Dios.

Después de esto, Jesús, hablando con su Papá, hizo su oración (17). En ella, como de paso, habla de su Papá, de sí mismo y de los suyos, así como de su Poder, su Gloria, su Palabra, su Verdad, su Amor y su Alegría, que, recibidas de su Papá, entrega a los suyos:

§ (17: 01-03): ¡Papá!: Ha llegado el momento... ¡Dale gloria a tu Hijo, para que tu Hijo te llene a ti de gloria! Ha de ser así, por el poder que tú le diste a él sobre todos los débiles seres humanos: El poder de dar vida auténtica y definitiva a la totalidad de aquéllos que tú le tienes dados. (Y esa vida consiste en esto: En que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y que conozcan a Jesús, el Cristo que tú enviaste)

§ (17: 04-05): Papá: Yo te llené de gloria sobre la tierra, llevando a cabo el trabajo que tú pusiste en mis manos para que yo lo hiciera... Ahora, tú lléname de gloria junto a ti mismo, con la misma gloria que yo tenía ya junto a ti desde antes de que existiera el mundo.

§ (17: 20-21): ¡Papá!: No te pido únicamente acerca de ellos; sino también acerca de todos los que pongan su confianza en mí, gracias a la palabra de ellos: ¡Que todos ellos sean uno solo!: Como tú estás dentro de mí y yo estoy dentro de ti, que también ellos sean uno dentro de nosotros; para que crea el mundo que fuiste tú quien a mí me mandaste, como enviado tuyo.

§ (17: 22-23): Yo ya les di también la gloria de la que tú me llenaste, para que ellos sean uno, como nosotros somos uno: Yo dentro de ellos, y tú dentro de mí... Para que en todo estén completos, y alcancen la unidad: ¡Así va a conocer el mundo que tú fuiste quien me enviaste..! ¡Y que, igual que me amaste a mí, también los amaste a ellos!

Atravesaron luego el barranco del Cedrón, hasta una huerta, en la que Jesús fue detenido. A quienes lo detenían, les preguntó (18: 04): ¿A quién buscan? Le respondieron (18: 05): A Jesús, el nazareno. Y él les contestó (18: 05): ¡Yo soy! Y la segunda vez (18: 08): ¡Ya les dije que yo soy..!

Detenido Jesús, fue llevado al patio del jefe de los sacerdotes, y de allí al palacio de gobierno del Imperio, donde los judíos lo presentaron como malhechor (18: 30): ¡Nosotros no te lo hubiéramos entregado, si no se tratara de un malhechor!

Pilatos, el gobernador, lo interrogó (18: 33): ¿Eres tú el jefe de la nación judía? El respondió (18: 33): Mi reinado no es algo que brote de este mundo... Insistió el gobernador (18: 37): Por lo tanto, ¿tú sí eres el jefe de la nación? Y él (18: 33): ¡Tú eres quien dice que yo soy el jefe..! Yo nací para algo, y vine al mundo para algo: ¡Para ser testigo en favor de la verdad! Cualquiera que venga de la verdad, escucha mi voz. Con lo que el gobernador salió y dio su informe a los judíos (18: 33): Yo no hallo en él ninguna causa... Y preguntó (18: 39): ¿Quieren que les deje libre al rey de los judíos?

Al fin, lo entregó a ellos, para que se le crucificara, y él escribió la causa, para que en la cruz fuera exhibida (19: 19): Jesús el Nazareno, el rey de los judios.

En la madrugada del primer día de la semana, habiendo ido Magdalena al sepulcro, llevó a Pedro y a Juan esta información (20: 02): ¡Quitaron del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo hayan puesto! Volvió al sepulcro, y halló dos mandaderos, que le preguntaron por qué estaba llorando. Y les dijo, en respuesta (20: 13): Porque quitaron a mi Señor, y no sé donde lo pusieron.

Miró ella hacia atrás, y vio a Jesús, de pie; pero no lo reconoció y pensó que era el hortelano. Le dijo él por su nombre; lo reconoció, y le dijo (20: 16): ¡Rabino! (que quiere decir: '¡Maestro!'). Entonces, él le dijo (20: 17): ¡Suéltame..!; porque todavía no he subido a ver al Padre. Pero ve a ver a mis hermanos, y diles: 'Subo a ver a mi Papá, que es también el Papá de ustedes; a mi Dios, que es también el Dios de ustedes.' Ella va a los aprendices, y les dice ( 20: 18): ¡Miré al Señor..!

A los ocho días, Jesús los visitó segunda vez, y le dijo a Tomás, uno de ellos (20: 27): Arrima aquí tu dedo, y mira mis manos. Y arrima tu mano, y métela en mi costado. ¡Y no te hagas desconfiado; sino fiel y confiado! Y respondió Tomás (20: 28): ¡Señor mío y Dios mío!

Sigue a esto el episodio de las 'dos veces siete oncenas de pescados grandes, menos uno', ya narrado, y termina Juan con un epílogo (20: 30-31; 21:25), en que después de decir no haber escrito todas las señales que Jesús hizo ante los aprendices, concluye (20: 31): Estas fueron escritas para que ustedes tengan la confianza de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Y para que, al tener confianza, tengan vida de parte de él y por cuenta suya, y dentro de la persona de él.

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