2007-08-03

009

009. Ese mismo 'comprender', y el 'no comprender' que se le contrapone, lo pintan los evangelistas al hablarnos de la relación del apóstol Pedro con Jesús:

Juan (06: 66-71) cuenta algo de cuando "...muchos de sus aprendices se fueron de retirada, y ya no siguieron andando con él.":

Entonces, Jesús les dijo a los Doce: —¿También ustedes quieren irse?—

Y Simón Pedro le respondió: —¡Señor! ¿Y a quién nos iríamos a acercar? ¡Lo que tú dices es la pura vida..! Y nosotros tenemos la confianza y la seguridad de que tú eres el que Dios tiene como su Seleccionado.—

Jesús les dio esta respuesta: —Yo los seleccioné a ustedes como La Docena...

Al parecer no mucho después de esto, pudo haber sido lo que de Pedro narra Marcos de esta forma (08: 27-38):

Jesús y sus aprendices salieron hacia los ranchos del norte, al otro lado.

En el camino les estuvo preguntando: "¿Quién dice la gente que soy yo?"

Le dijeron: "Unos, que Juan el bautizador; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas."

Y les preguntó acerca de ellos mismos: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?"

Pedro le responde: "¡Tú eres el Liberador, el Elegido!" Y les exigió que a nadie le dijeran nada acerca de él.

Empezó [luego] a enseñarles: "Es necesario que este ser humano sufra mucho, y que lo rechacen los veteranos, los sacerdotes y los entendidos, y que lo maten, y después de tres días vuelva a estar en pie."

Y hablaba la palabra sin ningún tapujo.

Pedro lo separó, y comenzó a regañarlo.

Pero él se volvió y vio a sus aprendices, y regañó a Pedro, diciéndole: "¡Vete donde no te vea, rival! Porque tu razonamiento no es de Dios, sino de hombres."

Llamó [luego] a la gente con sus aprendices, y les dijo: "Si alguien decide venir detrás de mí, renuncie a sí mismo y échese su cruz a cuestas; y sígame. Quien pretenda librar su vida, la echará a perder. Pero quien la eche a perder por mí y por la buena noticia, ese sí la librará.

Pues, ¿qué provecho saca alguien que gana todo el mundo y acaba con su vida? Porque, ¿qué podría dar un hombre como hipoteca por su vida?

Este ser humano, cuando ande con los mandaderos santos en la gloria de su padre, se avergonzará de quien se avergüence de mí y de mis palabras ante esta raza pecadora y adúltera.

Esto no fue en Galilea, sino en la tierra de paganos del Noroeste. Allí Pedro demostró, no sólo haberse sentido comprendido por Jesús, sino también haber empezado a medio comprenderlo: Sabía ya 'quién era Jesús'; aunque muy pronto, desde su incomprensión, se animó de buena fe a regañarlo.., con lo que se ganó la más severa reprimenda.., y aun algo que, aunque no se presenta como dicho exclusivamente a él, no puede menos de haberle sonado como clara amenaza: 'me avergonzaré de quien se avergüence de mí y de mis palabras'.

Podemos tratar de ser un poco comprensivos con Pedro e intentar comprender su corazón, que obviamente latía de diferente modo la tarde aquella referida, en Galilea, durante el episodio citado del Noroeste, o, antes de que cantara el gallo, aquel amanecer en que, como lo narra Lucas (22: 54-62) "Apenas lo detuvieron [a Jesús], lo condujeron y lo llevaron a la casa del jefe de los sacerdotes. Y Pedro lo iba siguiendo de lejos.":

Habían encendido una fogata en medio del patio, y estaban sentados, acompañándose; y Pedro se sentó en medio de ellos.

Una muchacha lo vio sentado frente a la lumbre, y, fijándose en él, dijo: "¡También éste andaba con él!" El lo negó, diciendo: "¡Ni lo conozco, mujer!"

Poco después, lo vio otro, y dijo: "¡Tú también eres de ellos!" Pero Pedro dijo: "¡No, hombre!: Yo soy otro."

Pasada más o menos una hora, uno más estuvo afirmando lo mismo. Y decía: "¡De veras que éste también andaba con él!: ¡Hasta se ve que es galileo!" Pero Pedro dijo: "¡No, hombre!: No sé ni a qué te refieres."

Al momento preciso, antes de que terminara de hablar, un gallo cantó. Y el Señor volvió la vista, y se quedó mirando a Pedro. A Pedro le vinieron a la memoria las palabras del Señor, cuando le dijo: "¡No va a cantar hoy el gallo, sin que tres veces me hayas negado!" Salió fuera, y lloró amargamente.

Es claro que, a pesar de su cariño ('cuando lo detuvieron y lo condujeron Pedro lo iba siguiendo de lejos'), en esta escena Pedro se portó inicialmente muy poco comprensivo con Jesús, al grado de afirmar no tener ninguna comprensión acerca de él ("¡No, hombre!: No sé ni a qué te refieres."), con lo que, en alguna forma, dejó a la vez de comprenderse a sí mismo, de dejar de saber 'quién era él' ("¡No, hombre!: Yo soy otro.").

Después, se topó con la mirada de Jesús... ¿Recordaría la amenaza proferida en las tierras del Noroeste? No podemos saberlo. Lo que Juan escribe es que, tras ser visto por Jesús, "salió fuera, y lloró amargamente". Nada fácil es conjeturar lo que significó ese llanto para Pedro. Para nosotros, ciertamente significa su plena confusión.., que viene siendo lo contrario de una plena 'comprensión': Dejó de comprender a Jesús, y dejó de comprenderse a sí mismo.

Fue necesario un nuevo encuentro para superar, al menos en algún grado, esa 'incomprensión': para que diera Pedro un paso adelante en su comprensión de Jesús y en su comprensión de sí mismo; para irse respondiendo a su pregunta '¿quién soy yo?' a partir de responderse a la pregunta '¿quién es Jesús?', y en la medida en que a ella se iba respondiendo; por cierto, en alguna relación con la comunidad cristiana, con la naciente Iglesia:

Este encuentro nos lo relata Juan (21: 01-24), que se presenta como testigo y actor del episodio, y al hacerlo completa un poco lo referido en los relatos anteriores; relato que acabará de ilustrar este punto de la comprensión que nos ocupa. Se refiere a algo que se presenta como sucedido después de la muerte de Jesús:

(En otra ocasión, más delante, Jesús se dio a conocer a los aprendices a orillas de la laguna del Emperador) Y fue de este modo:

° Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado 'el Cuate', y Natanael, el de La Caña, de Galilea, y los del Zebedeo, y otros dos de entre los aprendices de él.

Simón Pedro les dice: "¡Yo salgo a pescar!" Le dicen: "¡También nosotros vamos contigo!" Y en esa noche no agarraron nada.

Siendo ya la mañana, Jesús se paró en la costa (pero los aprendices no sabían que era Jesús). Entonces, Jesús les dice: "¡Niños!: ¿No tendrán ustedes algo para completar el almuerzo?" Respondieron: "¡No!" El les dijo: "¡Echen la red al lado derecho de la lancha, y van a hallar algo!" La echaron; y apenas sí tenían fuerzas para jalarla (por la multitud de pescados).

Entonces, el aprendiz aquel al que Jesús amaba, le dice a Pedro: "¡Es el Señor..!"

Simón Pedro oyó lo de que '¡Es el Señor!', y se amarró la camisa a la cintura (porque estaba desnudo) y se echó al mar. Los otros aprendices llegaron en la lanchita, llevando la red de los pescados (porque no estaban sino como doscientos codos lejos de la tierra).

Cuando subieron a tierra, miraron preparada una fogata, y un pescado puesto en ella, y pan.

Jesús les dice: "¡Traigan de los pescados que acaban de atrapar!" Entonces, Simón Pedro subió, y jaló la red a tierra (llena con dos veces siete oncenas de pescados grandes, menos uno, ¡y aun siendo tantos, la red no se rompió!).

Jesús les dice: "¡Vengan a almorzar!" Y ninguno de los aprendices se atrevía a inquirirle '¿quién eres?'... (¡son conscientes de que es el Señor!)

Jesús va y agarra el pan, y les da; y lo mismo el pescado (con ésta, ya fueron tres las veces que Jesús, ya levantado de entre los muertos, se les hizo patente a los aprendices).

° Luego que terminaron de almorzar, Jesús le dice a Simón Pedro: "Simón, el de Juan: ¿me amas más que éstos?" Le dice: "Sí, Señor: Tú sabes que te quiero." Le dice: "Lleva a comer a mis borregos."

Le dice por segunda vez: "Simón, el de Juan, ¿me amas?" Le dice: "Sí, Señor: Tú sabes que te quiero." Le dice: "Pastorea mis borregos.

Le dice por tercera vez: "Simón, el de Juan: ¿me quieres?" Pedro se entristeció (porque le dijo por tercera vez '¿me quieres?'), y le dijo: "Señor... Tú lo sabes todo. Tú bien sabes que te quiero. Jesús le dice: "Lleva a comer a mis borregos."

De verdad te digo la verdad: "Cuando estabas más joven, tú mismo te ponías el cinto, y andabas por donde tú querías. Cuando estés más viejo, tú vas a levantar los brazos y otro te va a poner el cinto, y te va a llevar a donde tú no quieras" (dijo esto para dar a entender con qué clase de muerte Pedro iba a llenar de gloria a Dios).

° Pedro se volvió, y miró al aprendiz al que Jesús amaba, que los iba siguiendo (el que durante la cena se repegó a su pecho y le dijo: '¿quién es el que te está entregando?'). Y, al verlo, Pedro le dice a Jesús: "Señor: Y éste, ¿qué?"

Jesús le dice: "Si yo quisiera que se quede hasta que yo regrese, a ti ¿qué? Tú, sígueme." (y corrió la voz entre los aprendices de que 'este aprendiz no se muere'. Y Jesús no le dijo 'no muere'; sino: 'si yo quisiera que se quede hasta que yo regrese, a ti, ¿qué?').

(Este aprendiz es el que da testimonio acerca de estas cosas, y es el que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.)

Según el autor, que se presenta inicialmente, junto con su hermano, en la expresión anodina 'los del Zebedeo', al momento de ir a interpretar su papel en la escena, por algo se presenta en forma nueva: "el aprendiz aquel al que Jesús amaba". El que a sí mismo se comprendía como el más comprendido por Jesús, quiso hacer ver que reconocer y comprender al 'Señor' (así le llama ahora) es algo que más procede del corazón que de la mente; y que de ese corazón se desborda (mediante el ineludible recurso a una afirmación explícita) hasta comunicarse a otro, quien responde con su aceptación y comprende de quién se trata, y actúa inmediatamente en consecuencia: "se amarró la camisa a la cintura (porque estaba desnudo) y se echó al mar".

Sigue el almuerzo, para el cual ya los siete gozan de su propia comprensión de Jesús: (¡Son conscientes de que es el Señor!).

En la siguiente escena, dialoga Jesús con Pedro, y Juan comprende y acota el sentido de ese diálogo: Pedro se entristeció (porque le dijo por tercera vez '¿me quieres?'); pero de tal manera Jesús es comprensivo con Pedro, que le explicita nuevos elementos, ya antes insinuados en las tierras de Noroeste, para que Pedro lo comprenda más y se comprenda más a sí mismo, cosa en la que Juan se empeña en insistir: "Cuando estés más viejo, tú vas a levantar los brazos y otro te va a poner el cinto, y te va a llevar a donde tú no quieras." (Dijo esto para dar a entender con qué clase de muerte Pedro iba a llenar de gloria a Dios).

Sigue todavía una nueva aclaración, ésta para deshacer un malentendido (o una 'malacomprensión': (Y corrió la voz entre los aprendices de que 'este aprendiz no se muere'. Y Jesús no le dijo [a Pedro] 'no muere'; sino: 'si yo quisiera que se quede hasta que yo regrese, a ti, ¿qué?').

Termina el trozo citado con un nuevo paréntesis añadido, que delata la procedencia de los anteriores paréntesis, si no es que del relato todo, o aun de todo el evangelio 'de Juan': (Este aprendiz es el que da testimonio acerca de estas cosas, y es el que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.)... Podría ser un buen recurso literario el que el autor terminara, como lo empezó, el episodio con una expresión más 'anodina' y cuasi 'menos personal', como aquella en la que se incluyó a sí mismo al iniciarlo ('los del Zebedeo'; 'este aprendiz'); pero ya la oración siguiente difícilmente puede referirse y atribuirse a él (o, por lo menos, sólo a él): Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.

Dejados a un lado los personajes que en el episodio actúan, el 'nosotros' de esta expresión habla ya de otra comprensión: la de la Iglesia, o la comunidad cristiana, que (muy probablemente vinculada al testimonio juanino) explicita su comprensión de sí misma, y, en ella, la de Juan, que remite a la de la primera 'oncena' y a la de Jesús, que la reunió:

La afirmación última citada, en efecto, tiene un contenido abundantísimo: "Nosotros mismos, la comunidad, nos comprendemos a nosotros mismos, y, por lo tanto, podemos afirmar algo acerca de nosotros; en concreto: qué sabemos y qué no sabemos. Bueno: pues 'sabemos' que el testimonio de Juan es verdadero. No simplemente que él dice la verdad, sino que lo dice como testigo de ella, con intención de que le creamos lo que dice; es decir: de que confiemos en él, al menos como para creer lo que nos dice. Pues bien, así es: conocemos suficientemente a Juan y lo comprendemos (probablemente porque hemos sentido o intuido que él nos comprende), y hemos oído su testimonio, el cual hemos creído, por haber confiado en él, en el testigo.

"Pero todavía más: Nosotros, la comunidad, gracias al testimonio de Juan, hemos comprendido a la comunidad reunida por Jesús: a esa oncena, en la que también Pedro está incluido; y nos sentimos miembros de ella, por creer y confiar en ella. Tanto que ahora repetimos y calificamos su testimonio (decimos por ello, tras haberlo transmitido, que sabemos que nosotros sabemos que su testimonio es verdadero, obviamente para que quienes confíen en nosotros y nos crean, para que quienes nos comprendan y comprendan nuestro testimonio, a través de él comprendan más ampliamente y más a fondo nuestra comunidad, toda ella referida a Jesús, a quien en último término anunciamos).

"Y lo hacemos, desde la mejor comprensión nuestra hacia quien pueda leer este nuestro escrito, para que él mismo nos comprenda (que sepa quiénes somos y sienta con nosotros, de manera que crea y confíe en nosotros, para que sea también uno de nosotros). Así, siendo uno de nosotros, hallará por nosotros y con nosotros la respuesta a su pregunta: '¿quién soy yo?', allí donde más plenamente puede hallarla (como la hemos hallado ya nosotros): al creer y confiar en Jesús, y comprenderlo, pues la pregunta planteada encuentra su respuesta en la comprensión de la pregunta básica: ¿quién es Jesús?.. La misma hecha por Jesús en las tierras paganas del Noroeste: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?"

[Por aprovechar, sólo de paso, el contexto, ofrezco la explicación de mi traducción de una expresión del último pasaje ampliamente citado: ¿por qué el simple 'ciento cincuenta y tres [ekaton penthkonta triwn]' del texto griego lo traduzco con la perífrasis 'dos veces siete oncenas, menos uno'? Por esto simplemente: por evitar una interpretación aritmética del número ("resultado de contar o medir alguna cantidad"), y sugerir una interpretación simbólica, que consuene mejor con la época, el ambiente y el estilo evangélico de 'Juan': Los pescadores de la nueva pesca, anunciada meses antes en ese mismo lago, para esos días, habiendo fallado uno, formaban una oncena; y la expresión empleada les parece prometer no sólo un algo pleno (que el siete representa) en la pesca, sino el doble.., aun admitiendo que tampoco el éxito será absoluto, pues podrá escaparse algún pescado (no muchos, sino uno)... ¿Lo habrá pensado así el autor del paréntesis citado? Quién sabe, pero no veo por que no pueda haberlo hecho...]

Me parece que, habiendo explicitado parcialmente mi propia comprensión del asunto, algo he podido aclarar acerca de los varios sentidos de la palabra 'comprensión', aunque queda algo pendiente, a lo que volveré en seguida.

Antes, por no abandonar del todo el anterior contexto, me asomo ligeramente desde él a un uso más delimitado de la palabra 'comprensión', que puede llegar a escribirse y pronunciarse 'comprehensión':

Ya dije anteriormente que un maestro ha de comprender a sus alumnos y ayudarles a que comprendan sus lecciones. Pero el maestro no sólo (ciertamente lo principal) ha de comprender a los alumnos: habrá también de comprender lo que a ellos les enseña (o pretende enseñarles). Y desde aquí vuelvo al contexto:

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