2007-08-03

008

008. Anticipo que no se trata de 'juzgar' entre mentalidades diferentes; al menos, no en el sentido 'judicial', de absolver o condenar. E ilustré ya, de paso, las mentalidades diferentes de 'Lucas' y de 'Juan', simplemente por dos 'prólogos' de 'ellos'. Igualmente, podrían ilustrarse con actitudes y mentalidades de Pedro y de Pablo, francamente explícitas por ambos:

Pablo escribe acerca de Pedro (Ga 02: 11-14):

Cuando Peña [Kefas] llegó a Antioquía, me le enfrenté cara a cara, porque él estaba desacreditado: Antes de que hubiera llegado gente de Santiago, él tomaba parte en las comidas con los no judíos. Pero, cuando llegaron ellos, se separaba y se apartaba, por miedo a los de la circuncisión. Y los demás judíos se le unieron en su fingimiento, y aun Bernabé fue arrastrado por esa hipocresía de ellos.

Yo vi que no marchaban conforme a la autenticidad del evangelio, y, delante de todos, le dije a Peña: —Sí tú, siendo judío, no vives conforme a lo judaico, sino conforme a las costumbres de los no judíos... ¿cómo obligas a éstos a actuar como judíos?

Pedro escribe acerca de Pablo (2P 03: 10,14-17):

Llegará el día del Señor como un ladrón...

A la espera de todo esto, esmérense en hallarse en paz ante él, irreprensibles y sin mancha. Y consideren como una liberación la paciencia de nuestro Señor.

Esto mismo es lo que les escribió a ustedes nuestro querido hermano Pablo,
con la sensatez que a él se le dio... El trata el asunto con la misma sensatez en todas sus cartas; pero hay en ellas algunos puntos difíciles de entender, que la gente sin instrucción y poco sólida retuerce para su propia perdición... ¡como lo hacen también con las demás partes de la Biblia!

Ustedes ya saben esto por adelantado. Tengan cuidado, no vaya a ser que las desviaciones de esas gentes inmorales los arrastren fuera de su propia solidez, y se caigan.

Es claro que aquí no se trata simplemente de 'estilos' diferentes, que a fin de cuentas vienen diciendo lo mismo: Pablo reprocha francamente a Pedro su manera de actuar en Antioquía, y Pedro, sin tanta franqueza, desacredita los escritos de Pablo ante los destinatarios de su carta. Eso sí: uno y otro dicen hacerlo por el bien de los más débiles.., y su sinceridad y honestidad no tienen por qué ponerse en duda..: se trata simplemente de dos mentalidades diversas y, en cierto sentido, seriamente opuestas entre sí; fenómeno que hasta la saciedad se repetirá hasta la fecha de hoy dentro de la comunidad cristiana de la Iglesia.

Podrían multiplicarse obviamente los ejemplos, también hasta la saciedad. Baste recordar al azar unos cuantos de ellos, que podrán leerse en alguna historia de la Iglesia: el enredijo ocasionado durante unos tres siglos (381-681) por los préstamos o traducciones entre el latín y el griego de palabras (o conceptos) como 'persona [proswpon]' y 'substancia [upo-stasiV]', los 'argumentos' irrefutables de Cirilo de Alejandría para 'convencer' a los padres efesinos acerca de la maternidad divina de María, las 'excomuniones' entre León IX y Miguel Cerulario en 1054 (levantada la de León por el Concilio Vaticano II [¿!]), el asunto de Nobili y los ritos malabares (siglo XVII), el que llevó a Julia Navarrete a separarse en 1903 de Concha Cabrera, el padre Félix y las religiosas del Oasis (1903), o los relacionados con Teilhard mediado el siglo XX y los más cercanos a nosotros de Fernando Cardenal y de Leonardo Boff.

No se trata, decía, de acusar a nadie ni de dividir entre los 'malos' y los 'buenos': simplemente, de ilustrar mentalidades diferentes a lo largo y ancho de la Iglesia: a veces en conflicto, a veces en evolución más o menos abrupta o paulatina: Muy claro ejemplo de la primera es el encuentro de Pedro con Cornelio, que refieren los Hechos (Hz 10:01 - 11:18); de la segunda, los ejemplos los constatamos cada día, en el transcurrir de la vida cotidiana de la Iglesia, transmitida de cada generación a la siguiente.

Dije no tratarse de juzgar entre mentalidades, de absolver o condenar. ¿De qué se trata entonces? En una palabra, puedo decir que de lo que se trata es de comprender (que no es algo muy remoto de lo que dice, quizá más matizadamente, 'comprehender'). Y de comprender (o comprehender) precisamente a la Iglesia:

'Comprender a la Iglesia', que, dada su referencia central, ha de implicar en alguna manera comprender así mismo a Jesús, puede, sin embargo, entenderse, en este contexto, en dos distintos sentidos, en alguna manera insinuados en el uso del doblete vocabular, que se expresa en 'comprender' y 'comprehender'; no propiamente porque se trate de dos acciones completamente separadas y diversas, sino más bien de dos polos diversos de cada acción y de abundantísimas acciones, que suelen hallarse entre esos dos extremos, conjuntándolos:

La palabra 'comprensión' se suele emplear en el lenguaje común con significados o matices diferentes: Así, por reunirlas en una única oración, un buen maestro pretende que los alumnos 'comprendan' la enseñanza que les imparte; pero, para que ello sea posible, lo primero que se requiere en él es que 'comprenda' a sus alumnos.

Comúnmente, 'comprender' algo viene a decir que uno lo 'entiende', intelectualmente lo asimila o lo hace suyo, como quien 'comprende' el sentido de dividir un número entre cero; 'comprender' a alguien, aunque obviamente implica en algún grado algo de esa primera comprensión, parece ante todo un asunto relacional y afectivo, algo que, brotado de la estima y el cariño, pasa por cierto conocimiento, ciertamente, pero tal que conduce precisamente al acrecentamiento de los anteriores.

Con lo que podrían, en breve, distinguirse los dos citados polos como el de la 'comprensión cognoscitiva' y el de la 'comprensión afectiva' (de modo que un buen maestro podrá dar una clase muy 'comprensiva', o una no tanto, o aun poco 'comprensiva'; pero, ciertamente, si él no fuere 'comprensivo', no sin mentir o equivocarse podría decirse de él que es un buen maestro.

Todavía, cuando el comprender cognoscitivo, al expandirse y ahondar en la materia, se afianza y se refina, de él podrá decirse que se va conviertiendo en un conocimiento 'comprehensivo': el que abarca numerosos elementos, los distingue y los integra, y no pierde la comprensión ni del detalle ni del todo.

Todo lo cual en algún modo puede aplicarse también al comprender la Iglesia:

Una comprensión primera, no por ello menos satisfactoria y operante, será la de quien simplemente ama a la Iglesia, como un joven que ama a una muchacha y siente a gusto estar y conversar con ella: Parecería que quiere hacerla suya; pero, más que eso, la realidad es que él quiere hacerse suyo, ser de ella.

Es de ella y quiere serla, tal como se la ha encontrado, como que quizá apenas sí empieza a conocerla: su corazón descansa en ella, y eso le es suficiente... tal vez como sucedió, según Mateo (11: 28-30), después de que Jesús dirigió ante los discípulos y a ellos palabras como éstas:

¡Papá! ¡Señor del cielo y de la tierra!
Yo quiero reconocer públicamente tu grandeza:

¡Tú pusiste al alcance de los muy pequeños
aquello que ocultaste a los inteligentes y sensatos!
¡No hay duda, Papá!:
¡Así es como a ti te gusta hacer las cosas!

Mi Papá me entregó a mí todas las cosas...
Al Hijo, el único que lo conoce es el Padre;
y al Padre, el único que lo conoce es el Hijo,
y aquél a quien el Hijo decide descubrírselo.

Todos ustedes que andan fatigados y agobiados:
¡Acérquense a mí,
y yo seré su alivio y su descanso!

¡Pónganse encima mi yugo,
y aprendan de mí,
cómo de corazón soy tranquilo y humilde!

Encontrarán reposo para sus personas...
Porque mi yugo no es molesto,
y mi carga no es pesada.

Curiosamente, Jesús afirma allí que, a él, 'el único que lo conoce es el Padre'. Sin embargo, creo que todos los que le oyeron las palabras citadas comprendieron claramente que él los comprendía...

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